Aquella mañana iba a ser ajetreada, desayunamos y me dispuse a llevar a mi hija al instituto, cuando volví a casa comencé con las tareas, ordenar, limpiar, fui a comprar, a hacer un recado a correos y de vuelta a casa.
Lo primero que hice al volver fue colocar la compra, me puse ropa cómoda y comencé a preparar la comida, ese día teníamos como menú unas lentejas. Puse los ingredientes en la olla y mientras se hacían seguí con las tareas de casa.
Recogí la colada que tenía tendida para planchar, y como no, me olvidé por completo de las lentejas, el resultado ya lo podéis imaginar. Cuando salí de la habitación donde plancho me dio olor a quemado, me eché las manos a la cabeza y lo primero que pensé, adiós lentejas. Cuando llegué a la cocina apagué el fuego, las lentejas habían muerto. La comida quemada y la olla inservible, otra vez tocaba improvisar algo rápido para comer, no era la primera vez que me pasaba, desde entonces cuando estoy cocinando y haciendo otras tareas me pongo la alarma del móvil, así no se me olvida que tengo la comida en el fuego.
Dakota ©