En un lugar agradable, allí donde la grulla se yergue entre las cañas, vivía en otros tiempos un valiente dotado de dones sobrenaturales. Un genio bueno le había regalado cuatro flechas mágicas: una negra, una roja, una amarilla y una blanca.
Esas flechas terapéuticas daban siempre en el blanco a cualquier distancia. El buen cazador, que era también un valioso guerrero, no empleaba normalmente más que la flecha blanca y amarilla. Un día mato un ciervo. Encendió un fuego y cocinó una pata del animal. Después de comer se tumbó para dormir un rato.Mientras dormía, dos Pájaros de Fuego salieron de las nubes y le llevaron lejos hacia el Oeste. Le depositaron en la cumbre de una elevada montaña. Al despertar, el valiente se dijo que nunca había estado en aquella tierra. Quiso descender al valle pero no encontró sino precipicios y paredes abruptas. Repentinamente, se produjo un ruido de huracán y la montaña se estremeció...
Era el jefe de los Pájaros de Fuego que volaba hacia él. Sé posó a su lado y el dijo:
- No temas. No te deseo mal alguno. Quédate entre nosotros y seré tu abuelo. Eres un cazador valeroso y, según parece, tienes unas flechas muy buenas. ¡En breve tengo que librar una dura batalla y tu me ayudarás!
Era el jefe de los Pájaros de Fuego que volaba hacia él. Sé posó a su lado y el dijo:
- No temas. No te deseo mal alguno. Quédate entre nosotros y seré tu abuelo. Eres un cazador valeroso y, según parece, tienes unas flechas muy buenas. ¡En breve tengo que librar una dura batalla y tu me ayudarás!
El valiente, encantado y satisfecho, preguntó qué tendría que hacer. El pájaro explicó:
- Sabrás que a los Pájaros de Fuego les corresponde luchar contra los Espíritus de las Tinieblas, tú tendrás que combatir junto a nosotros. Mi familia y yo vivimos desde siempre en la cima de esta montaña, pero nos es imposible criar a nuestros pequeños. Todos los años surge un monstruo de las profundidades del lago y viene a devorarlos. El Monstruo de las Aguas tiene dos cabezas y todo el cuerpo recubierto por gruesas conchas de sílex, por lo que nuestras flechas-relámpago no le hacen ningún daño. ¡Ayúdanos a matar a ese monstruo y te convertirás en hermano de todos los pájaros de la tierra y ellos te protegerán!
El Pájaro de Fuego condujo al valiente a su nido mostrándole sus seis crías que piaban de hambre.
-Mira, todavía son pequeños, pero en cuanto les salgan las plumas el monstruo vendrá a comérselos.
El valiente tomó un puñado de granos de maíz de su cinturón y se los ofreció a los hambrientos.
A partir de entonces llevaba a los pequeños Pájaros de Fuego toda la caza que mataba.
Un día el padre y la madre de los pajarillos le dijeron:
-Eres muy amable con tus jóvenes parientes. Se acerca el momento de la venida del Monstruo de las Aguas. Vamos a apostarnos en esta montaña; desde abajo podremos vigilarle mejor.
A la salida del sol del segundo día una terrible tempestad anunció la llegada del monstruo. Las aguas del lago empezaron a hervir y les envolvieron espesas nubes de vapor.
A continuación aparecieron dos enormes bolas redondas, escamosas y horribles. ¡Eran las dos cabezas del monstruo!
Cuando las cabezas se pusieron a escalar el flanco de la montaña, los Pájaros de Fuego se echaron en picado sobre ellas entre un ruido atronador. Los ojos de los Pájaros de Fuego lanzaban chispas. Golpearon al monstruo mientras crepitaban miles de destellos. Pero nada consiguió hacer mella en la corona del Monstruo de las Aguas que continuó trepando y llegó al borde del nido.
Los Pájaros de Fuego, alarmados, gritaron al valiente:
-¡Tira ahora si quieres ayudarnos!
El piel roja sacó su flecha negra del carcaj y la colocó en el arco. Esperó a que se abriera unas fauces rojas y en el momento en que iba a tragarse a un pajarillo, disparó a la garganta.
- Toma -gritó-. ¡A ver si tragas esta medicina! Se oyó un crujido terrible. La repugnante cabeza voló hecha pedazos pues, en realidad, la flecha negra era un arce del bosque.
Pero ya la segunda cabeza se aproximaba al nido. El valiente disparó su flecha roja rugiendo:
-¡Ahí va otra medicina que te va a gustar!
La segunda cabeza explotó como la primera, pues la flecha roja era un gran pino de la montaña. El cuerpo del Monstruo de las Aguas cayó rodando por la pared rocosa con un ruido atronador y desapareció en el lago.
Entonces empezaron a llegar millares de pájaros de los cuatro rincones del mundo.
Revoloteaban para demostrar su alegría. El jefe de los Pájaros de Fuego dijo:
-Has salvado a nuestros pequeños. De ahora en adelante todos los que están aquí te protegerán ante el peligro. ¿Quieres que volvamos a llevarte a tu país?
El piel roja reflexionó un instante y declaro:
-¡No! Prefiero seguir matando monstruos.
Desde ese día el valiente se dedica a recorrer la tierra. Con sus cuatro flechas mágicas combate a los Espíritus de las Tinieblas y los indios pueden dormir en paz.
Fuente: Cuentos y leyendas de indios americanos
- Sabrás que a los Pájaros de Fuego les corresponde luchar contra los Espíritus de las Tinieblas, tú tendrás que combatir junto a nosotros. Mi familia y yo vivimos desde siempre en la cima de esta montaña, pero nos es imposible criar a nuestros pequeños. Todos los años surge un monstruo de las profundidades del lago y viene a devorarlos. El Monstruo de las Aguas tiene dos cabezas y todo el cuerpo recubierto por gruesas conchas de sílex, por lo que nuestras flechas-relámpago no le hacen ningún daño. ¡Ayúdanos a matar a ese monstruo y te convertirás en hermano de todos los pájaros de la tierra y ellos te protegerán!
El Pájaro de Fuego condujo al valiente a su nido mostrándole sus seis crías que piaban de hambre.
-Mira, todavía son pequeños, pero en cuanto les salgan las plumas el monstruo vendrá a comérselos.
El valiente tomó un puñado de granos de maíz de su cinturón y se los ofreció a los hambrientos.
A partir de entonces llevaba a los pequeños Pájaros de Fuego toda la caza que mataba.
Un día el padre y la madre de los pajarillos le dijeron:
-Eres muy amable con tus jóvenes parientes. Se acerca el momento de la venida del Monstruo de las Aguas. Vamos a apostarnos en esta montaña; desde abajo podremos vigilarle mejor.
A la salida del sol del segundo día una terrible tempestad anunció la llegada del monstruo. Las aguas del lago empezaron a hervir y les envolvieron espesas nubes de vapor.
A continuación aparecieron dos enormes bolas redondas, escamosas y horribles. ¡Eran las dos cabezas del monstruo!
Cuando las cabezas se pusieron a escalar el flanco de la montaña, los Pájaros de Fuego se echaron en picado sobre ellas entre un ruido atronador. Los ojos de los Pájaros de Fuego lanzaban chispas. Golpearon al monstruo mientras crepitaban miles de destellos. Pero nada consiguió hacer mella en la corona del Monstruo de las Aguas que continuó trepando y llegó al borde del nido.
Los Pájaros de Fuego, alarmados, gritaron al valiente:
-¡Tira ahora si quieres ayudarnos!
El piel roja sacó su flecha negra del carcaj y la colocó en el arco. Esperó a que se abriera unas fauces rojas y en el momento en que iba a tragarse a un pajarillo, disparó a la garganta.
- Toma -gritó-. ¡A ver si tragas esta medicina! Se oyó un crujido terrible. La repugnante cabeza voló hecha pedazos pues, en realidad, la flecha negra era un arce del bosque.
Pero ya la segunda cabeza se aproximaba al nido. El valiente disparó su flecha roja rugiendo:
-¡Ahí va otra medicina que te va a gustar!
La segunda cabeza explotó como la primera, pues la flecha roja era un gran pino de la montaña. El cuerpo del Monstruo de las Aguas cayó rodando por la pared rocosa con un ruido atronador y desapareció en el lago.
Entonces empezaron a llegar millares de pájaros de los cuatro rincones del mundo.
Revoloteaban para demostrar su alegría. El jefe de los Pájaros de Fuego dijo:
-Has salvado a nuestros pequeños. De ahora en adelante todos los que están aquí te protegerán ante el peligro. ¿Quieres que volvamos a llevarte a tu país?
El piel roja reflexionó un instante y declaro:
-¡No! Prefiero seguir matando monstruos.
Desde ese día el valiente se dedica a recorrer la tierra. Con sus cuatro flechas mágicas combate a los Espíritus de las Tinieblas y los indios pueden dormir en paz.
Fuente: Cuentos y leyendas de indios americanos
¡Cómo me gustó y disfruté esta lectura? Me transportó, me sentí allí viendo al valiente destruir al monstruo. Magnífica y rica leyenda. Abrazos Dakota! Y gracias por este momento.
ResponderEliminarHola Maty, me gustan mucho los cuentos nativos y leyendas. Me alegra que lo hayas disfrutado.
EliminarGracias a ti por la lectura y un abrazo!
Maravillosa historia, pues cautiva el interés desde el principio.
ResponderEliminarFelicitaciones. Saludos.
Gracias Héctor, estás leyendas son interesantes.
EliminarSaludos!!
No conocía esta leyenda, aunque las civilizaciones ancestrales están llenas de ellas con su sabiduría. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarBesos dulces Dakota y dulce fin de semana.
Yo tampoco hasta ahora, me gusta todo lo relacionado con el mundo nativo y tengo varios cuentos y leyendas para compartir.
EliminarBesos Dulce caballero!!
DAKOTA
ResponderEliminarHola amiga, te visito, saludo, y me embebo en tu relato, ese minucioso detallar de su contenido, convoca a mi curiosidad a acercarme a tu presentación y acompañar su contenido.
Mi cariño para en un beso, gracias por visitarme en mis blogs, eres bienvenida
LUCAS
Hola Lucas, gracias por tu visita y por supuesto que también te visitaré.
EliminarUn abrazo!
Una leyenda particularmente hermosa, gracias por compartir.
ResponderEliminarGracias Albada, hay cuentos y leyendas nativas muy bonitas.
EliminarUn abrazo!!
Una bonita leyenda. Menos mal que el piel roja decidió seguir combatiendo monstruos. Interesante de principio a fin. Un abrazo grande
ResponderEliminarGracias Nuria, a mi me encanta el mundo nativo!!
ResponderEliminarLos nativos tenían una gran comunión con la Naturaleza. En cierto modo, y por eso, estaban más avanzados que el resto de mortales.
ResponderEliminarSi, es cierto, me gusta mucho lo relacionado con el mundo nativo, respetaban mucho la naturaleza, cosa que nosotros no, así nos va.
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