Un abrazo, una mirada y un beso en los ojos. Me gustan los besos en los ojos. Siento que solamente quien no ama, es incapaz de cerrar dos párpados con la boca.
Yo ya probé. Y se lo que te digo.
Un abrazo que se haga cueva en otro cuerpo que te proteja de tu respiración, cuando de tanto cansancio, se transforma en viento.
Un abrazo. Fuerte. Pesado. Con ganas. Que te levante en el aire y te sirva como recuerdo cada vez que necesites un lugar a dónde ir a descansar.
Eso.
Un recuerdo.
Más que un recuerdo.
Un latido.
Un abrazo que destruya todas las mentiras anteriores, todos los versos confundidos con poesías, y que le quite por un rato, a las rosas las espinas.
No importa cuánto dure.
Que sea el del encuentro.
Que sea, incluso, el de la despedida.
Que sea cierto. No importa si el primero, el del medio o el último.
No tengo pretensiones.
Solo te pido un abrazo que me abra el alma como un mapa, que me mires y no hables. Que me toques y me leas y entonces tenga la certeza, que ese abrazo fue y será solamente mío.
Un abrazo, pero no cualquiera.
Ese abrazo.
Lorena Pronsky ©
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